viernes, 3 de julio de 2009

Libre comercio, una construcción ideológica

“Cuando la gente me pregunta sobre libre comercio, me acuerdo de un comentario que hizo Gandhi cuando le preguntaron qué pensaba de la civilización occidental. Y su respuesta fue: ‘sería una idea interesante’. Lo mismo sucede con el libre comercio”, comenta Noam Chomsky. Los injustos términos del intercambio comercial y financiero y el inmenso poder de las multinacionales ponen en tela de juicio los beneficios del “libre comercio”, según varios especialistas.

El libre comercio es una construcción ideológica que a veces ni siquiera tiene que ver con el comercio, sentencia el lingüista, activista, filósofo Noam Chomsky en una entrevista con BBC Mundo.

El tratado de libre comercio entre EE.UU. y México, (Tratado de Libre Comercio para América del Norte, TLCAN o NAFTA por sus siglas en inglés) tiene toda clase de elementos altamente proteccionistas para beneficio corporativo e incluye medidas que no tienen que ver con el comercio, como las condiciones especiales de derechos de inversión.

De hecho, añade Chomsky, el libre comercio nunca ha sido puesto en práctica por los países ricos, salvo por períodos muy cortos y cuando les convenía. EE.UU. por ejemplo, probablemente fue el país más proteccionista del mundo durante su período de desarrollo en el siglo XIX y hasta después de la Segunda Guerra Mundial. Imponía tarifas muy altas superiores a las del Reino Unido y Japón para bloquear el ingreso de bienes.

En la década del 50, EE.UU. tenía la mitad de la riqueza del mundo, ganaba en cualquier competencia, así que se movió en dirección del libre comercio, pero temporalmente.

A Reagan se lo ha considerado el profeta del libre comercio cuando en realidad fue el presidente más proteccionista en la historia de posguerra en EE.UU. Duplicó las barreras proteccionistas para salvar a la industria estadounidense de los bienes de mejor calidad provenientes de Japón.

En los tiempos de la Unión Soviética si una fábrica manufacturaba componentes de autos en Leningrado, los mandaba a Varsovia para ser montados y luego a Moscú para ser vendidos, nosotros no llamábamos a eso comercio. Aunque se atravesaban fronteras, todo se daba dentro de una economía dirigida, explica Chomsky.

Una parte sustancial del comercio entre EE.UU. y México se da dentro de economías dirigidas. Así que si General Motors fabrica componentes en Indiana, los envía al norte de México para ser montados y luego venden los autos en Los Ángeles, a eso le llaman comercio en ambas direcciones, pero todo tiene lugar dentro de una economía dirigida.

Una buena parte de la economía estadounidense está basada en el sector estatal, incluyendo sus sectores líderes como la computación e Internet, que fueron desarrollados en el ámbito estatal durante décadas. La fabricación y exportación de aviones es, por ejemplo, una industria surgida en gran medida a partir de la Fuerza Aérea.

No tenemos cifras exactas, las corporaciones guardan secretos, pero probablemente más de la mitad de lo que se llama comercio no es libre comercio. Así que lo que se llama libre comercio es un cierto intercambio con elementos de mercado, pero no es libre comercio, explica Chomsky.

Libre comercio y agricultura

Una de las formas de socavar y probablemente destruir a la agricultura de países en desarrollo como México es inundando el mercado con exportaciones agrícolas de Estados Unidos que sobreviven con importantes subsidios del gobierno. Eso no es libre comercio, dice Chomsky.

El año pasado, la gran crisis de alimentos golpeó severamente a Haití, donde hubo disturbios porque la gente no tenía qué comer. Haití era autosuficiente en su producción de alimentos, pero esta capacidad se destruyó con medidas de libre comercio impuestas por la administración Clinton. No se le permitió a Haití establecer tarifas arancelarias para proteger a su economía.

Los agricultores haitianos son productores de arroz bastante eficientes, pero no pueden competir con las industrias de alimentos de EE.UU. Ocurre lo mismo con la producción de maíz de México, dice el activista norteamericano.

El director de la Organización Mundial del Comercio (OMC) Pascal Lamy asegura que la liberalización de los mercados agrícolas en la Ronda de Doha beneficiaría a productores y consumidores de todo el mundo. Lamy cree que la liberalización del flujo de capitales y la reducción o eliminación de aranceles para importaciones agrícolas generaría 150 mil millones de dólares de ganancias en beneficio de todos los agricultores, en particular de los países en desarrollo.

Lamy es incapaz de entender la naturaleza del sector agrícola en la globalización económica y no toma en cuenta los injustos términos del intercambio comercial y financiero, el inmenso poder de las multinacionales y la influencia del patrón de acumulación de capital basado en la valorización financiera.

Las poco rigurosas previsiones del director de la OMC no toman en cuenta el impacto de la volatilidad de precios en el sector agrícola y tampoco los riesgos de la especulación en los mercados financiarizados, observaron economistas del FMI, FAO, Banco Mundial, OCDE, universidades estadounidenses y de varios grupos de estudio reunidos en un taller internacional el 4 y 5 de junio en la Sorbona.

En la actualidad, la producción agrícola no se define únicamente por la rentabilidad de la actividad ganadera y agrícola, sino también por las necesidades y exigencias de rentabilidad inmediata del capital financiero.

Accionistas, tenedores de capital, fondos de inversiones, bancos, aseguradoras de riesgo, prestamistas y holdings que controlan paquetes accionarios de un amplio espectro de empresas acumulan capital mediante ganancias ficticias provenientes de la valorización especulativa de acciones y de otros títulos financieros sin base real.

Con la internacionalización de la economía crecieron los mercados accionarios, de futuros para commodities y de infinidad de instrumentos financieros de protección frente a variaciones de tipos de cambio, precios de materias primas y tasas de interés. Los mercados bursátiles constituyen un campo privilegiado para la especulación y las estafas, y facilitan la centralización de capitales mediante adquisiciones y fusiones.

Después del derrumbe de los mercados financieros en 2008, multinacionales exportan capitales a países atrasados para la extracción intensiva de recursos naturales en la búsqueda de la mayor ganancia en el menor tiempo posible. Grupos financieros, casas de inversión, fondos de capitales comenzaron a comprar tierras agrícolas en todo el mundo, sin tener en cuenta los impactos sociales y ambientales.

“La mejor cobertura para la recesión en los próximos 10 ó 15 años es la inversión en tierras agrícolas”, declaró en julio del año pasado el jefe de alternativas de Insight Investment Reza Vishkai. En septiembre, el fundador de Black Earth Farming y ex gerente de capitales privados de Carlyle e InvescoMikhail Orlov confesó que “el truco aquí es no solamente cosechar cultivos sino cosechar dinero”.

Lecciones de la crisis

El progreso alcanzado en la comprensión de los mercados agrícolas y el impacto de la especulación “ponen en tela de juicio la estrategia de liberalización de los mercados agrícolas de la OMC”, opina Bertrand Munier, economista jefe del grupo de estudio Momagri.

Momagri con sede en París fue fundada y presidida por Pierre Pagesse, presidente del Groupe Limagrain de Francia. Respalda la regulación de los mercados agrícolas por medio de nuevas herramientas de evaluación tales como modelos e indicadores económicos y nuevas propuestas para una agricultura internacional y la gobernancia alimentaria basada en los principios del libre comercio.

Peter Timmer, profesor de la Universidad de Harvard y economista de la Fundación Bill Gates, recomienda no ignorar el impacto de la política de liberalización de los mercados agrícolas.

La crisis económica y la hambruna mundial no se deben a la escasa producción de comida sino a la apertura salvaje de los mercados internos, a la privatización de empresas públicas y recursos naturales, y a la desregulación generalizada.

La crisis múltiple del sistema evidencia el rotundo fracaso del mercado autoregulado y desmiente a los tecnócratas neoliberales que postulaban que la competencia entre naciones, regiones, empresas e individuos con diferentes niveles de desarrollo distribuye los recursos físicos naturales humanos o financieros con mayor eficiencia.

Estudios de Momagri demuestran que la liberalización total del comercio agrícola internacional podría reducir significativamente los ingresos de agricultores de países más pobres, de naciones desarrolladas y también de países importadores emergentes como India.

Según Momagri, en vez de alentar la optimización de los factores de producción, la liberalización agrícola haría peligrar la seguridad alimentaria en todo el mundo, así como el desarrollo de muchos países.

En conclusión, los precios volátiles de los productos agrícolas de primera necesidad podrían exacerbar la inseguridad alimentaria. La comunidad internacional no puede seguir ignorando este problema porque está en juego la supervivencia de más de mil millones de personas que sufren hambre, así como la supervivencia de más del 40% de la población mundial que vive de la agricultura.

Con datos de:
1. AgCapita Newsletter, citado por GRAIN. - Agriculture: The batle to bring more land into production, Catherine Belton, Financial Times, Londres, 30 de septiembre.
2. Crítica de la tesis de la financiarización; Rolando Astarita, 2008.
3. Chomsky y los “mitos” del libre comercio

Fuente: Bolpress

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