sábado, 2 de julio de 2011

Se ponen nerviosos. ManILPulación de manual

Poco, muy poco, han tardado los medios de desinformación masiva en reaccionar ante la propuesta de centrar las reivindicaciones de los indignados en la Iniciativa Legislativa Popular (ILP). Ha sido nombrar a la bicha, y los oligarcas totalitarios se han puesto a saltar escocidos. La campaña de intoxicación ha comenzado. La respuesta ha sido tan inmediata que invita a sospechar que el arma estaba ya cargada, lista para ser disparada en el momento oportuno. El fuego lo ha abierto el diario El País, que en su edición impresa de este martes dedicaba a este asunto un hipersesgado artículo (pdf) titulado «Democracia directa sí… pero con cuidado». La insidia que destila dicho pseudorreportaje es digna de un manual de manipulación mediática; utiliza el arsenal completo de técnicas de distracción masiva. Os invitamos a aprender, a partir de él, cómo se distorsiona una realidad adversa. Vamos a convertirnos en los abogados del Diablo:

Paso I. La moraleja.

Para desprestigiar al blanco (la ILP) y, por añadidura, a sus promotores (el 15M), tener claro el mensaje que se quiere lanzar es fundamental. En este punto previo, no es necesario andarse con finuras, puesto que, a diferencia de lo que ocurre en las fábulas infantiles, la moraleja nunca será enunciada de manera explícita. Debe ser el lector/espectador el que piense erróneamente que la conclusión a la que llegará es suya. La mentira seleccionada por nuestros taimados periodistas es muy simple: El Pueblo español no está preparado para manejar un arma intrínsecamente tan peligrosa como la democracia directa; su falta de madurez y de experiencia, supondrían un riesgo para la estabilidad del Estado. Hablando en plata: lo que se pretende transmitir es que el Pueblo es tonto. Obviamente, el amenazado por ese peligro potencial es el propio stablihsment; por tanto, se debe poner todo el empeño en silenciar este aspecto. Hay que conseguir que parezca que el riesgo lo corre toda la ciudadanía. No será fácil, pero de eso se encargarán los pasos siguientes.

Paso II. La estrategia.

Como en cualquier campaña, antes de lanzar el primer ataque, hay que planificar la estrategia y la metodología. El procedimiento elegido en este caso es el de recurrir a antecedentes históricos que demuestren que la democracia directa es un fiasco. Al menos uno de los ejemplos deberá ser cierto; el resto, bastará con que lo parezcan. No es difícil convertir un éxito en un fracaso: no hay más que amplificar y exagerar los tropiezos y ocultar los aciertos.

Además, para acreditar la teoría/moraleja y dar sensación de objetividad, se utilizará la opinión de profesionales con experiencia en este tipo de fracasos. Es importantísimo que el grueso de las fuentes consultadas no estén abiertamente en contra del blanco. Las opiniones deben ser, más que discrepantes, reticentes con el blanco, por lo que el discurso negativo tendrá que ir salpicado por pequeños e insignificantes elogios puntuales. La fórmula que debe estructurar toda la argumentación es la del ‘sí, pero’. Desde luego, no será necesario contactar directamente con todas las fuentes, aunque es conveniente que parezca que sí se ha hecho. Para ello, bastará con omitir las referencias temporales de las opiniones, sin aclarar si se han recabado personalmente o si, simplemente, se ha realizado una consulta documental.

¿Listos? ¡Pues a manipular!


Paso III. Sutileza.

Para ser sutil, la elección del medio es clave. Ha de ser un canal supuestamente próximo a la tesis que se pretende machacar, para suavizar el antagonismo inicial. En este caso, el diario elegido es perfecto: un periódico con fama de progresista, heredada de algún pasado remoto y más noble; el lobo debe disfrazarse de caperucita.

Por otra parte, la selección del momento adecuado para comenzar el ataque es también decisiva. Aunque no hay que dar tiempo a que el enemigo consolide sus posiciones, es esencial no precipitarse. El fuego inicial debe lanzarse en una fecha en la que el resto de la actualidad informativa impida una respuesta feroz. El debate sobre el Estado de la Nación, por ejemplo, es el marco perfecto.

Idéntica sutileza tiene que aportar el titular, que debe limitarse a sembrar la duda, tomando partido, aunque de forma subliminal, con mimo. También aquí, el ejemplo es paradigmático: «Democracia directa sí… pero con cuidado». O lo que es lo mismo: ‘sí, pero’. Se omite la coma, totalmente proscrita en un titular, pero se introducen unos puntos suspensivos de lo más sugerentes. Estamos reflexionando, parecen decir. Como buen titular, hace referencia inequívoca al objeto de los ataques: la democracia directa.

Asimismo, en el subtítulo (o en el antetítulo, si existe) debe quedar referenciado el enemigo al que se quiere castigar. Mencionarlo en el título sería reconocerle una importancia que no merece. En este caso, como se dispone de antetítulo, ya que el artículo pertenece a una serie por entregas, ese es el sitio perfecto: «Los debates que abre el 15M». No solo se menciona al disidente objeto de la intoxicación –el 15M–, sino que además se cuela la palabra debate. Por supuesto, nada más lejos de la intención del manipulador que presentar un debate real, pero la presencia aquí de ese término va allanando el terreno para el engaño posterior. La maniobra de confusión viene además reforzada por el encuadre temático sugerido: «vida & artes». Colocarlo bajo el epígrafe ‘política’ habría sido una torpeza de bulto.

Por su parte, el subtítulo ya debe ir anunciando, sin hacer sangre todavía, los principios básicos de la artillería que se utilizará en el texto posterior. En el caso que nos ocupa, dos ejemplos prácticos que supuestamente ilustrarán el fracaso de la tesis a desmontar: «La experiencia de Suiza y California aconseja manejar con gran cautela las armas del referéndum y las iniciativas populares». Obsérvense el tono de advertencia, que representa ya un posicionamiento, y la mención explícita y por extensión del blanco declarado: «las armas del referéndum y las iniciativas populares».

Y, cómo no, necesitamos una entradilla que resuma nuestra idea sin delatarnos y vaya predisponiendo al lector para que acabe llegando a sus propias conclusiones. Fiel a la fórmula estructural del ‘sí, pero’, la primera frase arranca con una idea positiva («Las consultas secretas y vinculantes hacen al ciudadano dueño de su destino»), convenientemente oscurecida por el adjetivo ‘secretas’ y por el pero posterior. La sentencia final («Los Gobiernos se sienten atados para tomar decisiones que creen urgentes») habla por sí sola.

Como colofón, la foto ilustrativa del despropósito en que se pretende convertir la peligrosa idea de la democracia participativa: la ciudadanía reunida al aire libre y levantando sus manos para votar, como si la democracia fuera un juego de niños. Para mayor claridad, el pie de foto aclara cuál era el motivo de la votación: un asunto tan serio como el de los impuestos, que no debe prestarse a frivolidades a mano alzada. Por si acaso, lo que no se aclaran son ni la fecha y el lugar el evento, ni en qué fase se encontraba la propuesta o si llegó a cuajar en un referéndum serio.

Paso IV. Ambigüedad calculada.

Confundiendo, que es gerundio. Ese el lema que se despliega a lo largo de todo el texto del reportaje: frases iniciales con metáforas intimidatorias, elección de singulares «lugares emblemáticos de la democracia directa», como Suiza y California (sic); alusiones a contenidos que no se enlazan (The Economist); frases entrecomilladas cuyo contexto se oculta al lector; selección de expertos a pie de campo que ilustran con sus reticencias sin réplica alguna; estadísticas puntuales y peregrinas de las que se obtienen conclusiones gratuitas; porcentajes gratuitos de los que se sacan conclusiones puntuales y peregrinas; cifras huérfanas de su equivalente en España, para evitar comparaciones incómodas…

Y sobre todo, la ausencia absoluta y descarada de la opinión de los interesados a los que se alude en el antetítulo: ni una sola frase de ningún indignado ni de nadie del 15M sobre el particular. ¿Derecho a réplica o a defenderse? No saben lo que es. Eso por no mencionar la sesgada visión del ejemplo suizo, que exagera los casos negativos y trivializa u omite los positivos. En el caso de California (un Estado que pertenece a un megaestado federal y que, por tanto, tiene unas competencias limitadas), se pone buen cuidado en silenciar el papel determinante que la oligarquía local y los medios de comunicación del Oeste estadounidense han tenido en el fracaso del modelo de democracia participativa.

Ya fuera del artículo, y en caja aparte, se nos ilumina con las «grandezas y miserias» del caso de Porto Alegre, que basó durante un tiempo su política municipal en el modelo participativo. Como ejemplo político, resulta poco significativo, dada la nula competencia de un Ayuntamiento en la política estatal. Como ejemplo de sesgo periodístico, en cambio, el anexo es tremendamente revelador: «Igual que ahora con el 15-M, las asambleas del presupuesto también eran criticadas por ser “fácilmente manipulables”, por servir a los intereses de “grupos organizados”». Casi iguales en ámbito y calado las medidas que pudieran sugerirse en las asambleas del municipio brasileño que las reivindicaciones del 15M.

Como colofón, en otra caja se analiza brevemente el caso español, trazando un dibujo un tanto sui géneris del papel que nuestra Constitución otorga a la Iniciativa Legislativa Popular. La Ley Orgánica 3/1984, que articula –desarticulándolo– este derecho, ni siquiera se menciona.

Queremos replicar in situ y desde el medio que nos da la oportunidad de hacerlo, algunos de los párrafos más torticeros. Vamos a ello:

«Las consultas secretas y vinculantes hacen al ciudadano dueño de su destino, pero la democracia directa apuntada por los indignados no es la panacea. Los Gobiernos se sienten atados para tomar decisiones que creen urgentes» ( ¿Y eso es un defecto del modelo o su principal virtud? Ya hemos probado en nuestras carnes lo que significa el poder omnímodo desde los Parlamentos, y su predisposición a no consultar a los propios ciudadanos su opinión al respecto ) .

«Muchos de sus defensores creen que es un arma que conviene usar lo menos posible. Y si hay que desenvainarla, hacerlo con todo el cuidado. Porque sus grandes víctimas pueden ser las minorías más débiles. ( Este es un recurso más que previsible; asustar sin argumentar, o lo que es peor enfatizando un ejemplo que podría ser discutible, y obviando todos los ejemplos positivos. La lógica más elemental sugiere, en cualquier caso, que los primeros perjudicados son aquellos a quienes se le desposee del poder absoluto; lo demás son conjeturas. Obsérvese, además, que el sujeto de la primera frase es «muchos de sus defensores». Es como si El País dispusiera de un credómetro infalible para medir cuántos defensores de la democracia directa «creen que». Por otra parte, si la ILP es mala porque «sus grandes víctimas PUEDEN SER las minorías», ¿qué calificativo merece el sistema actual, en el que las grandes víctimas SOMOS la inmensa mayoría? )

Antonio Hodgers, de 35 años, emigrante argentino, miembro del Parlamento suizo , presidente del grupo parlamentario de Los Verdes, opina que la gran ventaja es que el pueblo no puede desentenderse diciendo: “¡Ah, pero es que lo decidieron los políticos!”. “No hay una desconexión entre la clase política y el votante”, añade. “Pero el punto negativo es que en algunos temas muchos ciudadanos usan el voto para desahogar sus sentimientos más impresentables amparados por el anonimato del voto. Si uno es parlamentario tienes que justificar tu postura. Pero si nadie se entera de lo que votas puedes aprobar leyes racistas” ( Curioso comentario, viniendo de un “PARLAMENTARIO” inmigrante. ¿Alguien puede decirnos cuántos parlamentarios inmigrantes hay en la Cámara baja española? Tampoco parece que sea relevante el caso indicado; en Francia, por ejemplo, se están aprobando medidas muchísimo más llamativas al respecto del racismo, y no vemos que se expongan como una generalidad de los defectos de la democracia representativa )

En un artículo titulado Los peligros de la democracia extrema , la revista británica The Economist se preguntaba en abril cómo un lugar con tantos factores a favor, como la acumulación de talento en Silicon Valley y en Hollywood y la diversidad de sus bellezas naturales, puede estar tan mal gobernado (Porque parece incompatible la cultura americana con su show-business y su way of life. El modelo requiere criterio y compromiso social, algo de lo que no parece que vayan muy sobrados una gran proporción de esa población, los mismos que decidieron elegir como gobernador del Estado a un señor que había destacado por su faceta intelectual y social en películas como Comando o Poli de guardería, o como presidentes de la nación al peor vaquero que ha pasado por Hollywood o a un afortunado vástago heredero del poder, sin oficio conocido, y aficionado a la esencia de las semillas malteadas )

En resumen, el pseudorreportaje de El País nos invita a dedicarnos a lo nuestro, dejando la política para los políticos, y deja al 15M a merced de sus taimadas manipulaciones. Sin causa, pero con PRISA.

Concluyendo este inevitablemente largo mamotreto. La batalla ha comenzado, y lo que venga será peor. No nos dejemos amedrentar, y mantengamos un espíritu crítico. Vamos a necesitar constancia y esfuerzo en la documentación, y sobre todo, autonomía para extraer conclusiones entre tanta paja. Admitirnos un consejo los más jóvenes: no creáis nada a pies juntillas. Tampoco aquello que nosotros digamos, por supuesto. Formad vuestra opinión, pero siempre teniendo claro que si le dedican demasiado tiempo los que jamás se lo dedican habrá que preguntarse aquello de… Qui prodest?

Carlos y Paco bello

Rebelión

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