jueves, 12 de enero de 2012

Falsos dilemas

La semana apareció en la prensa a grandes titulares que en la negociación entre las patronales CEOE y Cepyme y los sindicatos UGT y CCOO, los sindicatos aceptan convertir trabajos de jornada completa en contratos a tiempo parcial, así como subir los salarios por debajo del IPC a cambio de crear puestos de trabajo. Algo así como que alguien plantee el dilema de cortar cada día una falange de una mano a cambio de no morir asfixiado.

Sorprende que los dos sindicatos mayoritarios acepten tal planteamiento en lugar de levantarse de la mesa de negociación y largarse por donde han venido: no hay por qué quedarse diariamente sin una falange de la mano ni morir asfixiado, sino que la patronal se vaya a hacer gárgaras y se atenga a las consecuencias. Ni rebajas de jornada y de sueldo ni despidos, pues la solución para cinco millones de desempleados no es rebajar o cortar en perjuicio de los trabajadores, sino exigir responsabilidades a los verdaderos perpetradores de la crisis económica y quitar de sus manos el casino económico y financiero que manejan a su antojo y en su exclusivo beneficio.

Por eso mismo, el secretario general de la UGT, Cándido Méndez, incumple su obligación institucional de defender los intereses de la clase trabajadora cuando declara: "En una disyuntiva entre crecimiento de los salarios o el mantenimiento del empleo, nos quedamos decididamente con el puesto de trabajo". Nadie le manda aceptar esa disyuntiva, falaz y tramposa, que deja además la resolución en manos del empresariado y de sus promesas de crear puestos de trabajo (precarios y minúsculos).

Si no se olvida que desde tiempos inmemoriales los salarios reales no han subido en España resulta hoy lacerante plantear reducirlos aún más por debajo del IPC. Con los datos contantes y sonantes, sólo entre 2002 y 2005 (antes de la crisis), el 20% más pobre de los hogares españoles vio reducida su renta en un 23,6%, mientras que la del 10% más rico aumentó más de un 15%. Bajo ningún concepto debe aceptarse que la población española menos favorecida acabe siendo aún más pobre. Más en concreto, en 2002 el 42,5% de las familias españolas tenía que dedicar el 40% de su renta al pago de la deuda contraída en concepto de vivienda, mientras que tres años después la vivienda se comía el 70,9% de los haberes. ¿La contrapartida para solucionar esta situación es la creación de puestos de trabajo liliputienses y a tiempo parcial?

¿Es ético aceptar empleos precarios a cambio de rebajar jornadas y salarios en un país donde los beneficios de las 35 mayores empresas españolas que cotizan en Bolsa fueron de 51.613 millones de euros en 2010 (un 24,7% más que el año anterior), mientras que los salarios subieron un 1% frente al 3% de incremento del coste de la vida (es decir, perdieron un 2% de poder adquisitivo)?

Sobre la mesa de negociación debe estar incondicionalmente asumido por todas las partes que un trabajador español medio paga en impuestos el 75% de lo que paga un trabajador sueco, pero las personas ricas, la banca y la gran patronal de nuestro país pagan en impuestos sólo el 20% de lo que pagan sus equivalentes en Suecia. En lugar de aceptar disyuntivas trileras, el verdadero lugar de negociación eficaz es encabezar una revuelta radical, no violenta, contra los que mantienen desde hace muchas décadas y siglos una situación de casi nula distribución y enorme concentración de la riqueza. No hay diálogo creíble mientras se mantenga un sistema donde ya en 2006 una veintena de grandes familias son propietarias del 20,14% del capital de las empresas del Ibex-35 y donde unas 1.400 personas (el 0,0035% de la población española), controla los recursos económicos, financieros y de producción equivalentes al 80,5% del PIB.

Hay alternativas serias y fundadas a las propuestas neoliberales, que no pasan por aceptar dilemas conducentes a medio plazo a una aún mayor destrucción de empleo (léase, por ejemplo, el libro Hay alternativas, Sequitur, ATTAC España, 2011). En lugar de bajar salarios, de negociar una reforma laboral negativa para los trabajadores, de recortar sistemáticamente los servicios públicos y sociales y de privatizar cuanto público se ponga por delante y resulte rentable, es preciso luchar contra el fraude fiscal y los paraísos fiscales, abogar por un sistema impositivo en que paguen debidamente las grandes fortunas y las grandes empresas productivas y financieras, regular el mundo de las transacciones financieras y someterlas a impuestos en función del grado de utilidad social de la transacción, obligar a la banca a invertir el dinero público que reciben como "rescate" de sus chapuzas especulativas en el sistema productivo real y en créditos razonables a los particulares y a la pequeña y mediana empresa.

En una mesa de negociación hay que dejar claro ante todo que otro mundo es posible y necesario. ¿Qué mundo proponen realmente los sindicatos?

Antonio Aramayona, Profesor de Filosofía
El Periódico de Aragón
http://www.elperiodicodearagon.com/noticias/opinion/falsos-dilemas_727078.html

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