sábado, 11 de agosto de 2012

Todo se reduce a valores

No entiendo un carajo de economía. Mucho menos de economía financiera. Soy un simple estudiante, un estudiante a punto de ahogarse en un mar de tecnicismos, formalismos y eufemismos. Un estudiante al que la globalización siempre le vino demasiado grande. Y es por ello por lo que, independientemente de mi esfuerzo por comprender el funcionamiento de todo este mundo virtual de la todopoderosa banca, de los sanguinarios mercados, y, en general, de la economía capitalista en su conjunto, estoy convencido de que la solución a la actual situación no pasa por profundizar aún más en esta maraña en la que se ha convertido la economía, ni por complicar y hacer más confusa todavía (si es que se puede) esta ciencia social. En este sentido, creo que lo que debiéramos hacer es exactamente lo contrario.

Soy de los que piensa que "no entiendes realmente algo a menos que seas capaz de explicárselo a tu abuela". Según esta sabia frase atribuída a Albert Einstein, si de Guindos, Montoro, Rajoy, Merkel, Krugman... no paran de dar explicaciones sobre la situación actual de la economía y las medidas que están adoptando, y a pesar de esto, nadie entiende nada, significa que ellos mismos tampoco están entendiendo nada de lo que están haciendo (y si lo entienden, nos lo ocultan). Por ello nos marean con primas de riesgo, Ibex-35, G-7, G-20... y demás denominaciones que nunca tendrán una incidencia, al menos directa, en nuestra vida cotidiana.

En definitiva, lo que está claro es que, teniendo en cuenta que teóricamente el objetivo de la economía es "estudiar la correcta distribución de los recursos para satisfacer las necesidades del ser humano", y en la práctica el objetivo de ésta ha pasado a ser "estudiar la correcta distribución de los recursos para satisfacer las necesidades del mercado (y no del ser humano)", podemos afirmar que se ha producido una completa deshumanización de la economía. Y digo deshumanización porque esta ciencia ha pasado a ocuparse simplemente de cuadrar cuentas (déficit cero), de contentar a inversores, de aumentar el PIB y, en síntesis, de llevar a cabo una serie de cálculos y balances que físicamente, en el mundo real, no existen. Lo que sí existe, lo que es completamente empírico y tangible, lo que va más allá del plano virtual, son las personas que sufren las consecuencias de esta, ya digo, deshumanización de la economía.

Sin ir más lejos, aquí, en España, ya comienza a hablarse de un gobierno de tecnócratas que se centre más descaradamente en llevar a rajatabla la contabilidad, en hacer números sin importar cuantas familias se queden en el camino. Y a nivel mundial mejor ni hablar... El hecho de que 100.000 personas mueran al día de hambre es la consecuencia más directa de que la economía no esté desempeñando el papel que debiera.
La conclusión es más que evidente: respaldar este sistema económico y todas sus atrocidades es inmoral. Por ello, como diría Guillermo "Willy" Toledo: "lo lógico, desde el punto de vista humanístico, es ser antisistema". Toda teoría económica actual necesita llevar consigo un fuerte componente humanista y ecologista, que aparque tantos números digitales, tantas cuentas virtuales, tantos tecnicismos, y que, en vez de complicar la manera de la que se gestionan los recursos, la simplifique para que éstos puedan distribuirse equitativamente.

Para construir este modelo, no necesitamos grandes economistas, ni grandes técnicos, ni grandes especialistas en finanzas, ni en matemáticas. Lo que necesitamos es gente con valores como la solidaridad, la humildad o la empatía, pues de no haberse convertido en una actividad tan opaca, la economía no sería más que eso, el ejercicio mediante el cual se distribuye la riqueza por igual entre todos los miembros de la sociedad, sin que ninguno quede excluído. Sin tantos follones con las primas de riesgo, el Ibex-35, los préstamos, los bonos...

Al fin y al cabo, todo se reduce a valores.

Ruben Gutiérrez Cabrera
alamarfuipornaranjas

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