sábado, 3 de noviembre de 2012

¿A quién no ayuda la huelga?

“La huelga no ayuda en nada a España. No ayuda a la imagen de España” decía el presidente Mariano Rajoy en una de sus primeras valoraciones de la convocatoria del 14N. Pero, ¿a quién no ayuda la huelga? Obviamente, a aquellos que se están beneficiando de la presente situación de crisis. Son estos a quiénes una huelga general no conviene y por eso, precisamente, hay que hacerla.

Casi seis millones de parados, una de cada cinco personas viven por debajo del umbral de la pobreza, 532 desahucios al día, más de un millón de personas pasan hambre… Nos sobran los motivos para ir a la huelga. Una huelga que no ayuda a Mariano Rajoy, ni a sus “amigos”, ni a los intereses de sus “amigos”. He aquí la razón de la huelga, un acto de fuerza contra los intentos de la minoría financiera de sacrificar a la mayoría de la sociedad para salvar sus negocios y aumentar sus privilegios.

¿Mala imagen? ¿Qué la huelga da mala imagen? Lo que me parece que realmente da mala imagen son las colas cada día más largas en las puertas del INEM, las detenciones preventivas a activistas sociales, los comedores sociales desbordados, la gente que es echada de sus casas, las declaraciones de Wert, las amenazas de intervención militar a Catalunya… Esto sí da mala imagen y muestra al mundo lo que hoy es el Estado español: un país golpeado de lleno por la debacle económica, con un régimen en crisis y con una clase política incompetente al servicio de una élite financiera depredadora.

Que nadie se sorprenda entonces si el Estado español se ha convertido en noticia internacional, al encabezar el ranking europeo de la desigualdad y el paro. Los sueños de grandeza de algunos se esfumaron y el papel internacional que le toca a hacer al Estado español es el del anti-ejemplo en casi todo. ¿Hay excepciones? Sí, claro. La gente que lucha en la calle, que protesta, que reivindica sus derechos, que no se resigna, que no tiene miedo, que pide justicia y democracia, que reivindica el derecho a decidir… Eso sí da buena imagen. El 15M fue una buena muestra, aunque a más de uno no le guste.

Un fantasma recorre Europa
El 14N tenemos huelga general y lo que es más importante, e inédito, huelga general en el Estado español, Portugal, Gecia, Chipre, Malta, Bélgica francófona y cuatro horas de paro en Italia. Parece ser que un fantasma empieza a recorrer la periferia de la Unión Europea, de esa Europa golpeada por la crisis, los ajustes, la deuda y la austeridad. Una huelga general que tiene que ser un primer paso para empezar a coordinar las resistencias a escala continental. El capitalismo es global y la respuesta tiene, también, que ser global, solidaria e internacionalista. Los sindicatos mayoritarios llevan un retraso histórico y hasta ahora no han hecho casi nada para coordinar internacionalmente las luchas. El 14N, aunque llega tarde, es al menos un paso adelante.

Una huelga general que no puede limitarse a ser sólo una huelga en los centros de trabajo. Hay que avanzar hacia una huelga social y ciudadana. Una huelga donde no sólo paren las empresas sino, también, las escuelas, los supermercados, los equipamientos sociales… y, en definitiva, los barrios y las ciudades; donde personas en paro, precarias, jubiladas… tengan su lugar y su papel; donde se creen comités de barrio para prepararla y grandes manifestaciones para ese día. Una huelga que tiene que ser una palanca para impulsar un proceso de lucha sostenido en el tiempo. Y para que después de una huelga general, como ha pasado en Grecia, venga otra y otra y otra.

El 14N no sólo debe servir para protestar por los últimos recortes de Rajoy. Hay que ir más allá.  Stop deshaucios, stop despidos, stop pobreza y stop deuda, es lo que pedimos. ¿Pagar su crisis? ¿Pagar su deuda? ¡Que no cuenten con ello! Vivimos una situación de emergencia social y las demandas de la huelga tienen que estar a la altura de las circunstancias, tomando el espíritu del 15M y del 25S “Rodea el congreso”, sin los cuales hace tiempo estaríamos vencidos.

¿Derecho al trabajo?
De aquí unos días, y a medida en que se acerque la fecha de la huelga, oiremos en tertulias y debates varios invocar el “derecho al trabajo”. Pero, ¿tenemos “derecho al trabajo” y a un trabajo digno los 365 días del año? Creo que no. Acordarse sólo del “derecho al trabajo” cuando hay huelga resulta sospechoso. Como tampoco creo que muchas personas en trabajos precarios, eventuales, subcontratas… puedan ir el próximo día 14N a la huelga sin arriesgarse a perder el empleo. Los piquetes en una huelga general son imprescindibles para garantizar que cada uno de nosotros pueda hacer huelga, al margen de las presiones de la patronal y para vencer a su piquete del miedo y la coacción, un piquete invisible, que no sale en los medios, pero letal. “Sin miedo” ha sido una de las grandes consignas del 15M, pero funciona mejor en la calle que en el puesto de trabajo.

Y, precisamente, porque queremos trabajar dignamente vamos a la huelga general. “Pero perderé un día de trabajo y sueldo… y para no conseguir nada” dirá más de uno. ¿Y cuánto vamos a perder si no paramos, si no nos manifestamos, si no hacemos huelga? Mucho más, sin lugar a dudas.

Esther Vivas
Público.es

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