domingo, 13 de enero de 2013

¿Hacia una nueva huelga general?

Un lector habitual de mientras tanto nos envió una carta preguntando por qué en la entrega de diciembre no habíamos hablado de la huelga general del 14 de noviembre. Ciertamente fue una respuesta social importante, mucho más masiva de lo que podía esperarse de una campaña de movilización a medio gas, sin un objetivo tan claro como la del pasado marzo, cuando aún podía estar en juego la reforma laboral.
Si algo ha mostrado la huelga es por un lado la capacidad de convocatoria de las organizaciones sindicales y, por otro, un sentimiento generalizado de estafa social con las políticas que se están llevando a cabo. El mismo sentimiento de indignación que se encuentra bajo la mayor demanda de soluciones para las personas con deudas hipotecarias o, más recientemente, en la impresionante respuesta social ante el anuncio de la privitización de la sanidad de Madrid.

Para millones de personas, resulta cada vez más evidente que estamos ante un verdadero proceso de involución capitalista que pone en cuestión las condiciones esenciales que garantizan una base de dignidad laboral, seguridad económica y social, autonomía personal. Aunque en el largo período de neoliberalismo ya se produjo un deterioro creciente de derechos, éste no llegó a afectar a masas tan ingentes de personas ni a tocar elementos tan centrales de la estructura social. Si esto fuera una empresa, podríamos decir que hemos pasado de la fase de dificultades a la de liquidación general. Por eso arrecian las protestas y alcanzan una densidad desconocida en el período anterior.

La huelga general del pasado noviembre y las movilizaciones recientes vuelven a demostrar que mucha gente es consciente de todo ello. Y, sin embargo, no parece que este nivel de movilización tenga de momento mas perspectivas que la de volverse a repetir en los próximos meses. Dada la situación de deterioro, es bastante posible que los sindicatos se vean forzados a convocar una nueva huelga general. La cuestión estriba en saber hasta cuándo la indignación superará al desaliento, hasta cuándo la gente pensará que la acción colectiva es una vía factible para frenar el ataque o, por lo contrario, cuándo el cansancio hará mella en muchas personas.

El año próximo se presenta aún peor que el actual. No hay perspectivas de involución del paro. Al hundimiento de la economía del ladrillo le han seguido los ajustes del sector público que, como ya se ha anunciado, van a continuar ahondando los problemas del empleo. En este contexto, además, se va a constatar el carácter corrosivo de la reforma laboral. Hasta ahora hemos podido calibrar su impacto en la facilidad de destrucción de empleo. Ahora, está por ver su incidencia en la negociación colectiva, pues ésta se concentra fundamentalmente a principios de año. Está por ver si la patronal va a utilizar toda su capacidad de acción para fraccionar y deteriorar aún más las condiciones laborales. De entrada, el Gobierno ya le ha abierto el camino decretando la práctica congelación del salario mínimo.

Estamos sin embargo constreñidos a una situación sin salidas claras. Las movilizaciones son una respuesta necesaria pero hasta ahora insuficiente para cambiar la situación. Más bien parece que las clases dominantes ya han amortizado los costes de las movilizaciones y están dispuestos a tolerarlas como parte del ajuste. Tampoco parece creíble que una radicalización del conflicto en términos de violencia fuera a cambiar las cosas, más bien provocaría  una pérdida de apoyos sociales. La desigualdad de fuerzas es tan extrema que las acciones radicales sólo sirven para legitimar al poder. El problema es más bien el de la incapacidad de engarzar las movilizaciones en una estructura más amplia de proyectos políticos capaces de alterar la correlación de fuerzas, así como de introducir alguna reforma en la esfera política y económica que consiga alterar la situación actual.

Hasta ahora las movilizaciones han acertado en denunciar los efectos de las políticas actuales, pero en gran medida han sido insufientes para atacar las causas. Y ésta sigue siendo la mayor fuerza de la reacción económica: seguir presentado los recortes, la demolición de derechos sociales, como la única alternativa posible. Por ello, una tarea prioritaria es elaborar una propuesta alternativa que sirva como marco de referencia de las luchas, de las batallas políticas. No es tarea fácil, sobre todo en una guerra económica que se dirime en gran parte en la esfera de las instituciones mundiales. Y que está afectando de forma muy diferente en cada país (lo que limita los espacios de acción colectiva a escala internacional). Pero es una tarea urgente, tanto en el plano del proyecto como en el de elaboración, una estrategia de acción que sirva para romper el marco frustrante de las movilizaciones actuales. Posiblemente esté cantado que vamos hacia una nueva huelga general, con más rabia, con más recortes a nuestras espaldas. Lo que no debería ser inevitable es que nuestras acciones tengan que estar encerradas, una vez más, en el estrecho espacio de la resistencia. Necesitamos una verdadera coalición de fuerzas sociales capaz de plantear un mínimo esbozo de alternativa por la que pelear.

Una alternativa movilizadora debe incluir un conjunto de elementos no siempre fáciles de combinar. De una parte, dado el actual nivel de fuerzas a escala nacional, europea y  mundial, debe incluir alternativas viables pero claramente diferenciadas de las actuales, dentro del contexto actual. Tales como la dación en pago que propone la PAH, o el plan de ajuste del gasto propuesto por los trabajadores de la Sanidad madrileña. De otra, debe incluir un horizonte serio de transformación social con cambios estructurales serios (que requieren de un movimiento sociopolítico de largo alcance hoy más necesario que nunca). Encontrar una articulación entre estas dos líneas es fundamental para posibilitar que las próximas movilizaciones tengan más éxito que las pasadas. Hay que evitar que al desplome de derechos le siga un desaliento social generalizado.

Albert Recio Andreu
Mientras Tanto

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