En
reiteradas ocasiones y documentos se ha señalado el carácter sistémico y
civilizatorio que tiene la actual crisis del mundo capitalista, a pesar
de que muchos tratan de esconderlo tras una simple, aunque grave,
crisis económica. En ese mismo sentido, se pretende ahora hacer un
repaso de algunas de las principales y más destacadas crisis que hoy
operan en el mundo. El mismo al que hasta hace todavía pocos años
algunos auguraban, en el marco del fin de la lucha de las ideologías y
el fin de la historia, un futuro feliz, sin miseria y de bienestar para
la mayoría de la población.
Crisis económica.
De forma aséptica se dice que ésta se produce principalmente cuando se
dan cambios negativos importantes en las principales variables
económicas, de cierta durabilidad y, con especial incidencia, en el
crecimiento del PIB y en el empleo. En el caso actual, una vez
desplazada del centro neurálgico del sistema capitalista la economía
real, aquella que se basaba en lo que realmente se produce, el
desencadenante de esta crisis reside en el sistema financiero,
precisamente quien ahora ocupa el lugar protagonista del sistema. Los
factores principales que producen la crisis son sus propios agentes más
destacados, como los bancos y aseguradoras, y sus nefastas actuaciones y
operaciones mercantiles, en muchos casos basadas en la especulación, ya
sea ésta monetaria, bursátil, hipotecaria o mercantil. Así, la que ya
se puede denominar como última Gran Recesión del mundo rico
(2008-......), debido a sus altas tasas de crecimiento negativo, deriva
rápidamente en crisis económica. Las causas más profundas que dieron
lugar a esta situación habría que encontrarlas en la desregulación
económica casi absoluta imperante en las últimas dos décadas,
privatización de sectores públicos estratégicos (comunicaciones,
pensiones, energía, ahorro, infraestructuras...), la elevación
descontrolada del precio de las materias primas (petróleo, minerales,
gas, alimentación...) en los años que preceden al estallido de la crisis
y otros factores como la crisis hipotecaria y la crediticia. Las
medidas, principalmente las implantadas en Europa, se concretan en
austeridad y recortes drásticos del gasto público que, en gran medida,
va a ser trasvasado precisamente al denominado rescate bancario y
privatizaciones diversas, haciendo crecer enormemente las deudas de
país, en una espiral sin fin. Los siguientes eslabones de esta cadena
vienen dados por la crisis profunda de la economía real y toda la amplia
serie de recortes en los derechos laborales que harán empeorar
enormemente las condiciones de trabajo, pero correlativamente también de
vida de más y más sectores de la población con un empobrecimiento
acelerado de los mismos.
Crisis social.
Revisadas las medidas y consecuencias de la crisis económica es
fácilmente deducible el modo en que ésta afecta a la población y la
consiguiente crisis social. La característica más destacable será la
gran explosión de las desigualdades con un adelgazamiento evidente de la
clase media, con un trasvase hacia el empobrecimiento de cada vez un
mayor número de personas.
Según
datos del PNUD, en estos momentos el 8% de la población gana la mitad
de la renta del planeta, mientras que el 92% restante está obligada a
repartirse la otra mitad. Luego, ese extremo social, aquel constituido
por los más ricos, está creciendo en su riqueza como nunca antes lo
había hecho, con el consiguiente agrandamiento de la brecha social entre
la población. Es incuestionable además, y tal y como se acaba de
apuntar que las mujeres cargan, una vez más, con las peores
consecuencias, tanto en cuanto a cifras de empobrecimiento, pudiendo
volver hablar, en cierta medida y en este "mundo rico", de feminización
de la pobreza, así como respecto a otra amplia serie de derechos y
conquistas sociales perdidas. Y en términos globales la precarización de
las condiciones laborales también es una constante, lo que tendrá su
incidencia fuerte en la propia precarización de las condiciones de vida.
En este contexto, la agudización de esta crisis social será causa de
continuas convulsiones.
Crisis política.
La deslegitimación de la clase política tradicional empieza a ser un
hecho en cierta medida incuestionable. No solo la proliferación y
destape de casos de corrupción, sobornos y otras actuaciones por el
estilo, sino el convencimiento de que desde ésta no hay respuesta a
tantas demandas sociales, laborales, etc. Además, se profundiza en un
proceso de sistemático "sometimiento" de la clase política a los poderes
económicos, convirtiéndose el estado en un administrador de sus
dictados, traducidos en recortes, privatizaciones, trasvase de fondos
públicos al sector privado, austeridad y contención del gasto público
que produce un deterioro grande del estado del bienestar. Este contexto
de crisis política provoca a su vez una reversión del desarrollo de la
democracia, pudiendo hablarse de una democracia de baja intensidad,
burlada por el "juego parlamentario" y aprovechado éste para la
imposición de leyes restrictivas de derechos (reformas laborales,
seguridad, aborto...) que producirá un cada vez mayor desencanto de la
población hacia el sistema, pero evidentemente por una falta cada vez
mayor de determinación de la clase política en el mismo. Es evidente,
que esta situación presenta a la globalidad de la crisis nuevos
peligros: populismos, desarrollo del fascismo, racismo....
Crisis ecológica.
Una evidencia ya manifiesta es que el modo de producción y de consumo,
en suma, el modelo desarrollista impulsado históricamente por el mundo
enriquecido, no tiene en cuenta la limitada capacidad del planeta, tanto
si hablamos de sus tierras, como de sus aguas o del aire. Se ha dado un
acelerado proceso de destrucción de la biodiversidad en ese Norte, pero
también se intensifica ahora el mismo proceso en los países del Sur.
Posiblemente,
las dos manifestaciones más evidentes de esta crisis se concretan en la
crisis energética y en la climática. La primera, referida al
agotamiento de los combustibles fósiles; la segunda, consistente en el
calentamiento del planeta y todas las consecuencias que el mismo
acarrea, por ejemplo, en los llamados desastres naturales, que no lo son
tanto en cuanto a la fuerza en sí de la naturaleza como debido a lo
determinante que pueden ser en su capacidad de destrucción por las
acciones humanas que refuerzan sus efectos (sequías e inundaciones
extremas, temporales y huracanes, cambios radicales o desaparición de
especies vegetales y animales...). Debe subrayarse también en este
contexto de crisis ecológica el nefasto papel jugado en los últimos
decenios por las industrias extractivas, con sus modos de explotación
más agresivos que nunca (minería a cielo abierto, fracking...), o la
deforestación y ocupación de tierras en la búsqueda de nuevos terrenos
para el cultivo, en la mayoría de las ocasiones para la producción
intensiva que además agota rápidamente los nuevos espacios (ganadería,
agrocombustibles), o la proliferación de grandes, y no necesariamente
vitales infraestructuras (autopistas, aeropuertos, tren de alta
velocidad...), que provocan profundas y continuas agresiones al planeta.
Así estaríamos centrando la crisis ecológica, en gran medida, como
crisis de la escasez de tierras, de energía, de materias primas.
Crisis de valores.
Por último, se suele obviar u ocultar que también se puede hablar,
sobre todo respecto a occidente de una profunda crisis de valores éticos
y humanos. Ésta es fruto de las crisis ya citadas y de otras
aparentemente menores (de cuidados, de pensamiento, del arte...) pero
con gran importancia en la vida humana. Valores como la honestidad, la
colaboración, la ayuda mutua, la solidaridad, la cooperación... entran
en crisis ante un exacerbado culto al individualismo, al egocentrismo,
al patriarcado-machismo, a los valores materiales, etc.
Es
ante este cúmulo de crisis donde encuentra su explicación la
calificación de crisis sistémica y civilizatoria, y no de mera, aunque
grave, crisis económica del capitalismo que se superará al entenderla
como circunstancial y cíclica propia del sistema. Y es por esto por lo
que si no se toman medidas sistémicas, del mismo alcance que la crisis,
ésta se prolongará generando nuevos periodos de recesión, y
empobrecimiento general, por mucho que nos empiecen a prometer la
próxima salida del túnel. Por todo ello, no tiene sentido plantearse
esta salida de la crisis con leves cambios de rumbo, sin alterar las
bases estructurales de la sociedad, la política y la economía.
Jesús González Pazos
Miembro de Mugarik Gabe
Alainet